Ciudadanas y esclavas: Livia Drusila y las esclavas
Y a pesar del hecho que las mujeres no poseían algún poder político, ciertas mujeres ejercieron cierta influencia por su elevada posición social. Livia Drusila, nacida al rededor del año 58 a.C. fue la tercera esposa del emperador Augusto y su consejera de máxima confianza.
En el año 35 a.C., fue autorizada por su marido para gestionar sus propios asuntos, eligió una estatua una estatua en su honor y se le concedió el título de Julia Augusta en su testamento para garantizar su posición tras su muerte. No obstante, fue un caso atípico en una cultura regida por el padre de familia. Su valentía, astucia e ingenio le valieron una fama de mujer intrigante y hasta criminal que quizás no hace justicia a su relevante papel en la historia de Roma.
La mayor parte de las mujeres pasaban el día cocinando, educando, cuidando de sus hijos, cosiendo o hilando. Sin embargo, con la instauración del imperio, las mujeres de clase alta delegaron todas estas tareas textiles a sus esclavas, que solían ser cautivos de guerra de los territorios conquistados por Roma, como Britania, Grecia, Siria y el norte de África.
A pesar de su estado como esclavos, los hombres se ocupaban de oficios especializados, mientras que las esclavas solían ser criadas domésticas. El trato que recibían estas esclavas dependía del temperamento de sus amos. Algunas sufrieron un amo depredador y tuvieron hijos con él, quien no los reconocía ni adoptados, pues los descendientes de una esclava y su amo eran esclavos s el amo decidía liberarlos.
Las esclavos podían contraer matrimonio de manera informal, pero ella no les otorgaba los derechos de un matrimonio legal. Si una mujer tenía hijos, estos pasaban a ser propiedad de su amo, también como esclavos.